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El Parlamento sueco pide a su gobierno que la RASD sea reconocida como Estado

La Cámara sueca es la primera de un país europeo que toma tal iniciativa e insta a los demás socios a seguir su ejemplo

La clase política de Marruecos reprueba la decisión mientras que el Polisario la alaba

El Parlamento de Suecia (Riksdag) aprobó el miércoles por la noche una resolución en la que insta a su Gobierno a reconocer “cuanto antes” como Estado a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), la entidad fundada por el Frente Polisario en 1976, y le pide que trabaje en el seno de la Unión Europea para que otros países sigan su ejemplo.

La iniciativa del Parlamento unicameral sueco ha conmocionado a Marruecos, donde se sucedían esta mañana las reacciones de los políticos y miembros del Ejecutivo, mientras que el Frente Polisario, que lucha por la independencia del Sáhara Occidental, la ha recibido con gran satisfacción.

Ningún Parlamento europeo había formulado hasta ahora tal petición a su Gobierno con relación a la RASD a la que ningún país europeo reconoce hoy en día. Yugoslavia sí lo hizo en 1984 y hasta su desaparición. Más de 80 países, en su mayoría africanos, reconocen a la RASD, según fuentes del Polisario, aunque la diplomacia marroquí asegura que, en la práctica, son menos de 30 los que acreditan a embajadores en Rabuni, la sede administrativa de los independentistas saharauis.

La resolución instando a Estocolmo a reconocer a la RASD fue aprobada el 28 de noviembre por la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento y, el miércoles, en el pleno con los votos de los tres principales partidos de oposición, los socialdemócratas, los verdes y los excomunistas del Partido de los Demócratas Suecos.

El Parlamento sueco procedió a esta votación tras acoger en su sede un seminario dedicado a debatir del “expolio” por Rabat de los recursos naturales de la antigua colonia que España entregó a Marruecos y a Mauritania en 1975. Lo sucedido en el pleno “es histórico porque somos los primeros en hacerlo en la UE”, recalcó el diputado de izquierdas Hans Linde a lo que el conservador Ulrik Nilsson replicó que a lo que el Gobierno sueco debe dedicarse es solo a promover “un referéndum justo”.

El Ejecutivo sueco, que encabeza Fredrick Reinfeldt, está formado por una coalición de partidos conservadores que gobiernan en minoría desde 2010. No es seguro que siga la recomendación aprobada en el Parlamento por una mayoría de izquierdas. Es, sin embargo, probable que cuando vuelvan al poder los socialdemócratas sí reconozcan a la RASD, opina una fuente diplomática conocedora de la política sueca.

La relación entre Estocolmo y Rabat nunca ha sido cordial. En el seno de la UE la diplomacia sueca se ha mostrado siempre crítica con, por ejemplo, el acuerdo de pesca con Marruecos que permite a los pesqueros europeos, en su mayoría españoles, faenar en aguas del Sáhara.

El último incidente entre ambos países se produjo hace tres años cuando la número dos de la Embajada sueca en Rabat, Anna Block-Mazoyer, fue expulsada de Marruecos acusada de haber enseñado a miembros del Polisario un folleto con argumentos sobre el carácter marroquí del Sáhara que le había sido entregado en el ministerio de Asuntos Exteriores Marroqui.

Alin el Kantaoui, representante del Polisario en Suecia, agradeció, el “precedente histórico sentado por el Parlamento” y expresó el deseo de que “sirva de ejemplo en los demás Estados europeos”.

En España el diputado de Izquierda Unida Gaspar Llamazares afirmó  que lo sucedido en Estocolmo “marca la vía a seguir”. Recordó que su coalición había presentado en el Congreso, en anteriores legislaturas, iniciativas similares que no habían prosperado y que ahora había introducido “una nueva en la Comisión de Asuntos Exteriores para que el Gobierno español reconozca a la RASD”.

Una fecha para borrar del calendario

El 14 de noviembre deberíamos borrarlo del calendario. Es una fecha que debería avergonzarnos. Ese día, en 1975, se firmaron papeles mojados sobre el Sáhara. El Acuerdo tripartito de Madrid o Acuerdos de Madrid es el nombre simplificado de la Declaración entre España, Marruecos y Mauritania sobre el Sáhara Occidental. Estos documentos se componen de una declaración política y varios anexos secretos. La declaración estipula que España transferirá la administración del Sáhara Occidental (pero no la soberanía) a una administración temporal tripartita con España, Marruecos y Mauritania. Lo cierto es que después, la ONU no ha considerado ni a Marruecos (ni, en su momento, a Mauritania) como potencias administradoras del territorio del Sáhara Occidental, que sigue en la lista de territorios pendientes de descolonización.

Los anexos secretos económicos estipulaban la cesión a Marruecos del 65% de la empresa FosBucraa, que explotaba los ricos yacimientos de fosfatos del Sáhara Occidental, a cambio de que España obtuviese derechos de pesca para 800 barcos durante 20 años. Los de materia de pesca fueron incumplidos por Marruecos. Los Acuerdos de Madrid fueron un paso importante de la dinastía alauí en la consecución de su proyecto de Gran Marruecos. Después de tantos años de abandono y dejación hacia el pueblo saharaui, la fecha del 14 de noviembre debería ser para los ciudadanos sensibles una fecha vergonzosa.

Este post es copia del publicado por , Córdoba el 13 de Noviembre en el diario digital El Pais en el siguiente enlace http://elpais.com/elpais/2012/11/12/opinion/1352744035_275336.html

Sáhara Occidental: dos propuestas de solución, por Bujari Ahmed

La negociación debe situar el centro de gravedad en un referéndum del pueblo saharaui

 El enviado personal del secretario general para el Sáhara Occidental, Christopher Ross, pasará probablemente por Madrid este 27 de octubre en su recorrido por la región, cuyo propósito es, según el anuncio de la ONU, “intercambiar puntos de vista con actores clave sobre la manera de acelerar el proceso hacia el logro de su objetivo central identificado por sucesivas resoluciones del Consejo de Seguridad, es decir, una solución política mutuamente aceptable que permita la autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental”.

Ross debería haber hecho este viaje en mayo pasado, si no fuera por la curiosa y sorprendente decisión marroquí de poner fin a la cooperación con él. Ross regresa al terreno con la misión de “acelerar el proceso hacia su objetivo último”. Ello requerirá reexaminar, de un lado, las causas que condujeron al impasse actual y, de otro, la consistencia de las diferentes propuestas de solución que existen actualmente sobre la mesa del Consejo de Seguridad.El proceso actual que dirige en nombre de la ONU no parte en realidad del año 2007, en Manhasset, sino en 1979. En ese año, la Resolución 3437 (1979) de la Asamblea General insta a Marruecos a “poner fin a su ocupación militar del Sáhara Occidental y a negociar con el Frente Polisario, en calidad de legítimo representante del pueblo saharaui, los términos de un alto el fuego y las modalidades de un referéndum de autodeterminación”.

La OUA intentó ir por esta vía y, al chocar en 1983 con la negativa marroquí, toma la decisión de admitir a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como miembro de pleno derecho. Marruecos, enfadado, se retiró de la Organización y el enfado le dura hasta hoy. En 1991, la persistencia de la ONU y de la OUA y el resultado de 16 años de guerra lograron convencer a Marruecos a aceptar la organización de un referéndum de autodeterminación en el que el pueblo saharaui pueda elegir entre la integración con Marruecos o la independencia.

La Minurso desembarca en el territorio para organizar el referéndum en febrero de 1992.

El resto es sabido. Rabat llega a finales de 1998 a la conclusión de que el referéndum conduce inevitablemente a la independencia del Sáhara Occidental y toma la decisión de escamotearlo.

Tras rechazar el Plan Baker, Rabat comunica en abril de 2004 al secretario general de la ONU, Kofi Annan, que se opondrá a todo plan de paz que incluya la opción de la independencia del Sáhara Occidental con el argumento de que la independencia “pone en entredicho la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental”. Kofi Annan responde en su informe de octubre de 2004 que la “opción de la independencia ya había sido aceptada por Marruecos en el Plan de arreglo”. Hace apenas dos semanas, el informe del Departamento de Estado americano al Congreso subrayaba que “Marruecos reivindica la soberanía sobre el Sáhara Occidental, posición que no es aceptada por la comunidad internacional”. El informe va más allá cuando subraya que “Marruecos no es considerado por la ONU la potencia administradora de iure del territorio”. En realidad lo es España, aunque siga evadiendo esta verdad.

En junio de 2007, animado por algunos sectores de la Administración de Bush, el mismo Chirac, Zapatero y, más tarde, Sarkozy, Marruecos presenta al secretario general su famosa propuesta de “autonomía”, que es inmediatamente contrarrestada por la propuesta del Frente Polisario. El Consejo de Seguridad toma nota de las dos sin calificar a ninguna de ellas de “seria o creíble” como lo quiere hacer ver Marruecos. No hay más que leer el texto de la Resolución 1754 (2007). Sobre la base de estos desarrollos, iniciamos el proceso de Manhasset, en junio de 2007.

La “tercera vía” que propuso Rabat es en realidad una solución unilateral destinada a legitimar un “botín de guerra”. Su pecado capital radica en la presunción irrealista de que la comunidad internacional y el Frente Polisario aceptarían de entrada su premisa esencial, es decir, la soberanía marroquí proclamada unilateralmente sobre el Sáhara Occidental.

Para Rabat, la autodeterminación es algo secundario, superfluo, y su función es “confirmar un acuerdo” que ha de versar únicamente sobre la incorporación del territorio a Marruecos, y esta debe ser la única finalidad de la negociación.

Marruecos continua lejos de la realidad, del sentido común y de la legalidad internacional

La propuesta saharaui difiere de la marroquí en la medida en que deja abierta la posibilidad a todas las opciones reconocidas por la ONU para un problema de descolonización y, por consiguiente, a todas las soluciones, incluidas la independencia y la autonomía o la integración, que es el mismo perro con distinto collar.

Consecuentemente, la negociación, a los ojos del Frente Polisario, debe situar el centro de gravedad en la consulta al pueblo saharaui y su finalidad estriba en remover los obstáculos en el camino del referéndum de autodeterminación.

Esta visión ha sido revalidada por el secretario general de la ONU en su informe de abril de 2011, al enfatizar que “conocer la opinión del pueblo saharaui es el elemento central en la búsqueda de toda solución justa y duradera”.

El punto novedoso que incorpora la propuesta del Frente Polisario es la invitación a Marruecos de ampliar el horizonte de miras y aprovechar el proceso para visualizar los términos recíprocamente ventajosos en los dos supuestos —independencia o autonomía— que entrarían en vigor al día siguiente de los resultados del referéndum. Marruecos continúa dando la espalda a esta invitación.

Han pasado cinco años desde el inicio del proceso de Manhasset y forzoso es constatar que no lleva a ninguna parte por la sencilla razón de que la propuesta marroquí, tal y como está articulada, mina los fundamentos y razón de ser de un proceso de autodeterminación relativo a un conflicto de descolonización. Mientas tanto, Marruecos quiere aparecer como voluntario para “caer en medio de fuegos” lejanos en el Sahel, Oriente Próximo. La estrategia evasiva es evidente. Algunos pueden estar empujando al joven rey hacia esas latitudes a cambio de “promesas”. Sea como fuere, animado por algunos, dentro o fuera, Marruecos continua orbitando lejos de la realidad, del sentido común y de la legalidad internacional. A la larga, no le hacen ningún bien a Marruecos ni a la región. Esa órbita y su corolario en materias de violación de derechos humanos —“motivo de serias preocupaciones” hasta para el Departamento de Estado— y de expolio de riquezas de un pueblo indefenso, no puede sino agravar la tensión, alejar más y más a los saharauis y marroquíes y complicar la misión de Ross.

Bujari Ahmed es representante ante la ONU del Frente Polisario.